15/7/07

El reflejo de Rita

La interpretación canónica nos dice que la cajita azul de Mullholland Drive (David Lynch, 2001), esa que tanto nos recuerda a esa otra que abre Belle de Jour y que no podemos sino imaginar su contenido, posibilita un salto temporal, un flash-back que nos remonta a algún momento anterior al comienzo de la narración. Y sin duda es así: no podemos negarlo. Sin embargo, ante esta interpretación que nos ordena los hechos para que nosotros, espectadores, podamos desvelar u organizar de manera lógica una narración que no lo es, no hay que olvidar lo que está debajo de la caja como simple máquina del tiempo. Tras la abertura de la caja, tras el salto temporal, Betty ya no es ella misma, y Rita, que en realidad nunca ha sido Rita, tampoco es ya ella misma. Existe, llegados a este punto, una transposición de roles, de nombres y actitudes.

Este hecho debe inducirnos a pensar en este elemento metafórico que se encuentra por debajo del principal: más oculto que el salto temporal, que se encuentra en un plano lógico, hay la transposición e intercambio de los elementos arquetípicos de los personajes. La dominante pasa a ser dominada, la perdida pasa a ser guía, la ingenua se intercambia por la perversa, la rubia por la morena. Estos elementos inducen, pues, a pensar en la caja que se abre como un espejo, más que como una máquina del tiempo; un espejo en el que el asombro de Rita en el momento de introducir la llave y abrir la caja se ve justificado por su propio reflejo, ese que está al otro lado. Rita, de la misma forma que al principio de la película se observa a sí misma reflejada al lado de otro reflejo de un cartel de Rita Hayworth, que le cederá su nombre, de nuevo vuelve a observarse a sí misma transformándose en objeto, transportándose de una forma arquetípica a la otra y, en el cambio, tomando conciencia de toda la narración y, con Lynch y el montaje, del mismo proceso fílmico.

Según escribió Ovidio en sus Metamorfosis, Narciso se enamora de su propia imagen reflejada en el agua, pero fue Freud quien nos aclaró el asunto y lo envolvió de trascendencia: en algún momento el sujeto percibe su reflejo y se identifica con el objeto que está observando. Sin embargo, este objeto, en realidad, no es el mismo sujeto sino alguien que nunca podrá existir. H. G. Wells lo explica perfectamente en su relato titulado El caso Plattner, en el que relata a un profesor que se esfuma de repente y, días más tarde, reaparece completamente girado: reaparece como lo que nunca hubiera podido ser, como su reflejo. De una manera muy elocuente, argumenta que necesariamente debería haber pasado por una cuarta dimensión para adquirir ese extraño estado.

De la misma manera, Rita, para llegar al estado post-caja en el que ya no es ella misma, necesariamente debe haber pasado por un estado en el que percibe su naturaleza narrativa y fílmica. Entendiendo, pues, la cajita azul desde la metáfora del espejo, es posible pensar en esa transposición arquetípica en los personajes, que tanto descoloca en el film; y, en última instancia, es posible hablar de lo que está detrás de la caja o el espejo como el elemento primordial de toda la película: el arquetipo del cambio, del cambio personal, pero también del social, el narrativo y, finalmente, ese cambio temporal que permite entender Mullholland Drive como un flash-back monumental.

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