31/5/10

Ciclo de Cine en AlhóndigaBilbao

En el marco de Proyecto Tierra, comisariado por Alicia Chillida, presento en Bilbao un ciclo de cine que proyectará Pelota (Jorgen Leth), €spanish Dr€am (Santiago Cirugeda y Guillermo Cruz), Tierra (Julio Medem), Inland Empire (David Lynch), A Zed and Two Noughts (Peter Greenaway) y La chasse au lion à l'arc (Jean Rouch).

Las presentaciones irán a cargo de Olatz González Abrisketa, Jorgen Leth, Guillermo Cruz, Julio Medem, Josep Maria Català e Isaki Lacuesta.

Desde las primeras manifestaciones escritas de la relación del hombre con el mundo, la percepción primaria de la totalidad –con todas sus variantes terminológicas y simbólicas, de las que se puede destacar “lo uno”, la “coniuctio”, la “harmonia mundi” o las distintas clases de mandalas– se ha experimentado siempre bajo la forma de cuatro elementos. En efecto, la constitución espacial del sujeto en su entorno parte de la disposición cuadrangular de éste en el marco que le rodea, sobre el que puede moverse hacia delante, hacia atrás y hacia los dos lados (lo que crea la idea cuadrangular del espacio, y también del tiempo, si se tiene en cuenta la metáfora universal en la que se extiende el tiempo en coordenadas espaciales). La antopología cultural contemporánea, en un terreno lingüístico, confirma tal idea al preciar a través de los distintos estudios de campo que los llamados pueblos “actuales primitivos” gozan de una disposición numérica que avanza solamente hasta el tres, pues el cuatro –y, entonces, a partir de ahí– se confunde homogéneamente con la pluralidad o incluso con la totalidad.

La explicación de este fenómeno tiene, en términos antropogenéticos, una explicación muy fecunda, pues ante la significación del uno
tanto como sujeto primordial como objeto, el siguiente término numérico, el dos, representa la alteridad, una pareja de contrarios (cielo-tierra, blanco-negro) que presentan en su seno la propia tensión que los constituye duales. El tres, al ser triangular e impar, aunque rompe con esa tensión inicial, debe posicionarse hacia uno de los lados de la dualidad (hacia el cielo o la tierra, hacia el blanco o el negro), por lo que se configura perceptivamente como una parcialidad inevitable. Sólo la introducción del cuarto elemento, por lo tanto, induce a la pluralidad a-numérica, perdida, y, por lo tanto, a la totalidad.

A partir de esta idea inicial, es posible establecer series de cuatro elementos dialógicos (muchos de ellos desde tiempos antiguos), pues permiten un puente entre lo particular –cada uno de los cuatro elementos– y lo unificador. A partir de este marco conceptual se pueden disponer bajo un mismo esquema trayectorias de diálogo entre culturas (cómo entender como totalidad los distintos pueblos separados, individuales), lenguas, disciplinas,… De esta forma, partiendo de la serie Norte - Sur - Este - Oeste, que evidencia, en un marco contemporáneo, la idea del viaje, de los movimientos migratorios, de los flujos sociales y económicos que provocan el diálogo/fricción entre la escala global (totalidad) y la local (las cuatro partes), se presentan series de cuatro elementos como: Aire - Tierra - Agua - Fuego, que recae en la idea de mundo en un sentido dialógico-global (el todo, aunque también las partes); Hombre (Anthropos) - Mineral, Animal - Vegetal, que hace mención al diálogo sobre biodiversidad; Global - Regional - Privado - Público, que introduce de lleno la tensión entre lo uno y lo múltiple desde una perspectiva social. Los dos ejes de acción de tal esquema responden a una misma escisión, por lo tanto, entre interior y exterior, dispuestos en un plano global (eje vertical) y otro local (eje horizontal), por lo que, en su perspectiva más sustancial –y existencial– responde a otro esquema –Superior - Inferior - Interior - Exterior– más intrínseco que hace referencia, en definitiva, a la misma idea.